Tres años sin Alejandro: El dolor de una familia en Paihuano perdura

La tragedia del secuestro y ejecución de Alejandro Ponce en noviembre de 2022 sigue teniendo profundas repercusiones en su familia, que reclama justicia ante sentencias que han dejado a varios de los condenados libres.

El fatídico 28 de noviembre de 2022 marcó para la familia de Alejandro Ponce una herida imborrable. Aquella noche, en la pequeña comuna de Paihuano, Ponce fue engañado por una mujer, quien trabajaba en el Cesfam local y se había comprometido a reunirse en la ribera del río Claro, en el sector La Rinconada. Tras el encuentro, fue interceptado por un grupo de conocidos desde su niñez. Entre ellos, ‘el Chaca’ propuso a la mujer reunirse, prometiéndole 50.000 pesos en cocaína; acto seguido, se sumaron ‘el Pato’, ‘el Barba’ y ‘el Quique’, quienes trasladaron a Ponce en vehículo hasta la residencia de ‘el Chaca’, narcotraficante del lugar. En ese domicilio, el joven fue brutalmente agredido hasta perder la vida, acto motivado por celos provenientes de una relación que había mantenido con una expareja del traficante.

Durante el violento episodio, se grabaron escenas que evidenciaron la crudeza del ataque. El cadáver fue llevado posteriormente a la Ruta Antakari, en la comuna de Vicuña, y enterrado de forma precaria, lo que permitió que casi dos semanas después fuese descubierto por un transeúnte. La investigación policial derivó en la detención de nueve personas involucradas, hombres y mujeres, que fueron juzgadas en dos procesos. Tras la primera condena, cuatro de los imputados apelaron ante la Corte de Apelaciones de La Serena, logrando que se anularan sus sentencias iniciales en el delito de secuestro con homicidio, cambiando su situación en el segundo juicio. No obstante, ‘el Chaca’, identificado como el cabecilla del crimen, fue condenado a presidio perpetuo calificado.

A tres años de estos hechos que sacudieron a Paihuano, la familia de Alejandro todavía manifiesta su inconformidad, señalando que cinco de los acusados ya se encuentran en libertad y que el dolor por la pérdida de su ser querido persiste. Carla Hidalgo, hermana del fallecido, expresa con frustración: “Nunca quedamos a gusto con la sentencia, pues de las nueve personas involucradas, cinco ya están libres; es difícil verlos día a día en el mismo pueblo, como si la herida no cerrara jamás”. Ella destaca el impacto renovado del dolor en fechas señaladas, cuando la ausencia de su hermano se hace especialmente palpable.

La tragedia ha cambiado la dinámica de la familia, que, aunque ha retomado la cotidianidad y sus labores diarias, vive con la constante presencia del recuerdo de Alejandro. Carla relata un incidente ocurrido en septiembre del año pasado, cuando uno de los agresores volvió a atacar a su hermano en la plaza, llevado a juicio como un altercado sin mayores consecuencias, lo que añade una capa más a su angustia.

El vínculo especial de Alejandro con su madre y la continua unión entre sus familiares resaltan lo difícil que es sobrellevar la pérdida de un hijo, agravado por la violencia en la forma de su muerte. La familia, pese a las adversidades, se ha esforzado por caminar hacia la normalidad, aunque el dolor sigue siendo una sombra permanente. En memoria del joven, han construido un pequeño santuario en la Ruta Antakari, en Vicuña, en el lugar donde fue hallado. El sitio se ha convertido en un punto de peregrinación, adornado con placas que relatan favores concedidos, plantas y banderas que rinden homenaje tanto al legado del fallecido como a su afición al equipo de la Universidad de Chile.

Autor: Jorge Rojas

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